Nunca sospechamos que viviríamos una pandemia de esta magnitud, nunca imaginamos que algo así llegaría a poner a las ciudades en “modo Pausa” y nos veríamos obligados a restringir nuestras vidas al mínimo espacio vital, a trabajar y relacionarnos a distancia, prescindiendo de la ciudad. En momentos así debemos abrigar la tibia esperanza que esto será pasajero y que cuando pase, volveremos a ser ciudadanos y también sobrevivientes.
Los chilenos estamos acostumbrados a ejercitar la sobrevivencia frente las catástrofes propias de nuestra historia, y eso nos da una pequeña ventaja, pero ésta es insignificante frente a las duras consecuencias que puede traer esta pandemia. No es momento para exacerbar el catastrofismo ni el negacionismo, es el momento de atender con rigor las instrucciones de la autoridad sanitaría, cuidar nuestras familias sin indiferencia hacia nuestros vecinos. Es el momento de agradecer a cada persona que con su trabajo sirve en la primera línea para ayudar y afrentar la crisis sanitaria y a mantener con vida la enorme maquinaria urbana.
Como Consejo Nacional de Desarrollo Urbano nos preguntamos, cómo enfrentar la multitud de acontecimientos que se precipitan uno tras de otro. Cuando estábamos abocados a enfrentar el Cambio Climático y sus efectos a mediados de 2019, sobrevino el estallido social y cuando estábamos tomando el rumbo para crear planes y políticas públicas más justas para las ciudades, como nuestra Agenda Social Urbana, nos sorprendió la pandemia del Covid-19. Ahora ella se transformó en una emergencia sanitaria de vida o muerte que relega todo lo que antes nos parecía urgente. Aún así, deberemos persistir y multiplicar nuestros esfuerzos para seguir atendiendo las tareas pendientes y agregar las derivadas de esta pandemia.
Cuando finalice este año, posiblemente nuestra sociedad sea distinta y también nuestras ciudades. Valoraremos mucho más los espacios públicos, los parques, las plazas, la libertad de movimiento y todos los servicios de la ciudad que por la normalidad, rutina y cotidianeidad no valorábamos. Esta puede ser una oportunidad para reconocer el verdadero valor de la ciudad como el principal servicio público de nuestra sociedad.
La crisis sanitaria agudiza los problemas que arrastran nuestras ciudades por décadas, y profundiza la inequidad presente en ellas, claramente reconocidas por la Política Nacional de Desarrollo Urbano vigente. Ciudades más integradas y con mejor acceso a los servicios son, un antídoto para reducir la vulnerabilidad de miles de personas frente a la crisis sanitaria. En efecto, si consideramos el déficit habitacional que actualmente afecta a 394 mil hogares chilenos, entenderemos que muchos de ellos no cuentan con las condiciones de dignidad e higiene necesarias para enfrentar la pandemia, porque 47 mil hogares éstos, están viviendo en la precariedad de campamentos, hacinados y/o de allegados. Resulta dramático saber que 38% de ellos, es decir, más de 18 mil hogares, no cuentan con conexión interior al agua potable ni alcantarillado que les permitiría cumplir con las recomendaciones de higiene básicas, como lavarse las manos frecuentemente. Por lejos, esta realidad debiese ser una prioridad para las ciudades chilenas y también para la salud pública.
Como Consejo Nacional de Desarrollo Urbano estamos atentos a la evolución de esta inédita crisis, observando y tratando de distinguir, qué de lo que está ocurriendo es tarea de las ciencias de la salud y cuánto de las políticas públicas de ciudad. Por ello quiero invitar a todas y todos a mirar con prudente optimismo el futuro. La pausa en la que han entrado las ciudades es una inesperada oportunidad para reflexionar y priorizar mejor las políticas públicas de ciudad, esta vez con muchos más problemas que antes y con muchos menos recursos económicos. Confiamos que la unidad y la generosidad intelectual del trabajo de todos los actores involucrados, serán nuestra mayor fortaleza para superar esta difícil prueba y aportar a la construcción de mejores ciudades.