Una adecuada integración social urbana que abra los reductos marginales y permita un acceso más equitativo a los bienes públicos en la ciudad
Es penoso ver la violencia contra la gran mayoría de los ciudadanos y la destrucción de nuestro espacio público y patrimonio común, manifiesto en los mensajes rayados sobre los muros.
Más triste aún, es la decadencia moral, cultural y política de un conjunto de personas de la generación joven, quienes se sienten marginados de la ciudad y su legalidad, que crecieron como niños sin cuidado familiar, ni pertenencia a ninguna comunidad respetable, y fueron, de hecho, abandonados por la sociedad a merced de abusos, carencias y maltratos de todo tipo.
¿Cómo puede el Estado reparar ahora este daño? Muchos de estos jóvenes pasaron por el SENAME y buscan la evasión engañosa del consumismo y las drogas. Encuentran protección y reconocimiento en las mafias de narcotraficantes que se han adueñado de muchas poblaciones, y donde nuestra policía, con los recursos y entrenamiento que hoy tienen, no entra. Esta enorme carencia social clama ahora que es tarde, cuando como sociedad o como Estado no supimos compensar adecuadamente lo que por nacimiento les faltó.
El CNDU ha estado buscando a través de una agenda corta en estudio, maneras de impulsar y concretar una adecuada integración social urbana que abra los reductos marginales y permita un acceso más equitativo a los bienes públicos en la ciudad.
Entre estas propuestas sobresale la de alcanzar una mayor equidad en la distribución de fondos municipales entre las comunas más ricas y las que mayoritariamente tienen solo vivienda social, sin adecuados servicios y espacios públicos, y no reciben aportes suficientes de impuestos territoriales o patentes comerciales. Aportes que debieran ser en proporción al número de habitantes por comuna.
Otra propuesta a destacar es ¨mejorar el acceso a la vivienda bien localizada, facultando de inmediato a los planes intercomunales y comunales a que contemplen normas urbanísticas, destinadas a densificar equilibradamente ejes o áreas que presentan subutilización de infraestructura ejecutada o financiada por el estado¨.
Pero el problema no es solo del entorno físico, sino de emparejar el acceso a una buena calidad de vida en su conjunto, ya que las necesidades de una infancia tempranamente maltratada o abusada, o sujeta a condiciones de vida indignas y violentas no se remiten solo a integración social urbana. Si queremos tener un buen desarrollo urbano debiéramos pensar en mejorar sustancialmente las condiciones de protección que les puede ofrecer el Estado a estos niños. Debemos asegurarles un entorno protegido y afectuoso con acceso a buena educación, a la música y a la belleza en todas las formas que la cultura permite. Es esta formación integral y el acceso a la cultura lo que permitirá tener verdaderos ciudadanos comprometidos en el futuro.
La actual preocupación mayoritaria de la población urbana es la seguridad, esa que hoy se echa de menos más que nunca. La integración social e inversión en estos niños vulnerables es ahora, más que nunca, un deber ineludible para el estado, y debiera ser prioritaria en su agenda política.