Opinión

Salud, naturaleza y ciudad

Salud, naturaleza y ciudad

Opinión de Leonardo Lira Astudillo, Arquitecto y Miembro de la Red Árbol Urbano.

04/23/2020

Se nos ha invitado a participar de este espacio de reflexión, para aportar con nuestro punto de vista respecto a la situación en la que nos encontramos hoy por el virus COVID-19, y de cómo esto nos debería obligar a adoptar cambios en nuestra actual forma de hacer ciudades y la manera en que vivimos en ellas.

Para muchos puede suponer una relación forzada, pero la evidencia demuestra que es total. Hace pocos días atrás, el Programa para el Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud reportaba sobre la estrecha conexión existente entre el aumento en la propagación de enfermedades infecciosas zoonóticas en seres humanos y el deterioro ambiental, y cuyo origen no es más que nuestro actual estilo de vida consumista/economicista que tenemos en ciudades.

En términos simples, los expertos advierten que la devastación de hábitats naturales para satisfacer las altas necesidades de consumo humano, está empujando a que un mayor número de población de vida silvestre se esté desplazando o derechamente desapareciendo, y con ello, la reducción de biodiversidad estaría imposibilitando el control natural de vectores y patógenos que luego se transmiten a las poblaciones humanas, y con extraordinaria velocidad en los grandes centros urbanos del mundo.

Para nuestra desgracia, la gran mayoría de quienes vivimos inmersos en ciudades poco y nada sabemos o entendemos sobre la importancia de estas relaciones, y tendemos a reproducir en nuestros entornos urbanizados un mismo patrón de desarrollo que niega la presencia de la naturaleza, con modelos de ciudad que privilegian el cemento y no dan espacio a la conservación de los ecosistemas y de las diversas formas de vida que allí se reproducen, porque para nuestras estrechas mentes citadinas, las aves, los insectos, las flores o las copas de los árboles son sólo ornamento, y para muchos inclusive un estorbo.

En las últimas décadas, numerosos estudios han demostrado que el verde en la ciudad, y principalmente el arbolado, juega un papel importante en la calidad de vida humana, por todos los servicios ecosistémicos que éstos entregan: producción de oxígeno respirable, consumo de CO2, retención de material particulado, convección del viento para renovar el aire viciado, regulación del clima con el control de la radiación solar, temperatura, lluvia y humedad, además de ser el hábitat de numerosas especies que ayudan a reducir el control de plagas y enfermedades infecciosas, entre tantos otros beneficios. A lo anterior, agreguemos el aporte comprobado que producen los espacios verdes en la salud pública, tanto física, mental y cognitiva de jóvenes y adultos, motivo por el cual en los últimos años la comunidad internacional está prestando mayor interés. Entonces, cuando los ciudadanos vemos que estando ya en la tercera década del siglo XXI y aún no contamos como país con una política pública de Infraestructura Verde, o que en medio de la mayor crisis sanitaria de la historia moderna nuestras autoridades locales siguen mutilando el arbolado urbano público y no haciéndose cargo de la mantención de nuestras áreas verdes, la pregunta queda en el aire: ¿Cuán importante es la salud de los ciudadanos para nuestras autoridades?

Para el COVID-19, desafortunadamente no contamos aún con estudios científicos que permitan determinar qué factores del entorno urbano son más determinantes en su propagación, pero sí sabemos que el hacinamiento, la alta densidad habitacional, la mala calidad del aire y la baja cantidad de áreas verdes y arbolado urbano, no ayudan a garantizar estándares de salud pública en buena parte de los ciudadanos, de manera que temas tan relevantes como naturaleza y medio ambiente urbano no pueden seguir siendo “invisibilizados” en la gestión pública de nuestras ciudades.

Si hay lecciones importantes que nos está dejando el estallido social de 2019, es que el 99% de los chilenos queremos cambios estructurales que nos permitan un mejor vivir para todos, y no sólo para unos pocos. Sabemos que repensar de un momento a otro la actual forma de gestionar las ciudades no es tarea fácil, menos aún para un aparato público que viene funcionando por inercia con moldes de hace 30 ó 40 años, con escasa innovación, un amplio nivel de desconocimiento en temas ambientales, y ausencia de tecnologías que permitan una gestión sustentable de la ciudad.

Repensemos, rompamos esas inercias del pasado, para nosotros, para los otros, y para los que vienen. Con ese espíritu, los ciudadanos debemos ser parte de esas discusiones, y como Red Árbol Urbano, al menos, estamos disponibles a aportar.