Desde que comenzaron las movilizaciones, junto con un estallido social; un grupo de la sociedad civil organizada hemos propuesto la necesidad de avanzar hacia un Nuevo Pacto Social.
La actual crisis del Estado y de nuestra democracia ha sido gatillada por un modelo que logra generar riqueza, pero que distribuye inequitativamente sus frutos. Adicionalmente, existe una profunda desconfianza entre la ciudadanía y sobre todo hacia las instituciones.
Desde la perspectiva y dimensión territorial, el conflicto es, sin lugar a dudas, el efecto de una política habitacional errada, de una integración social fallida y de la desigual distribución de bienes y servicios en la ciudad y territorio, las cuales provocaron un profundo daño a varias generaciones, que vieron afectada en forma dramática su calidad de vida y sus oportunidades de desarrollo. Los jóvenes que crecieron en esos barrios segregados, precarios y desiguales, no participan y tampoco sienten afecto, ni sentido de pertenencia con los bienes públicos, privados y menos con una sociedad que los ha excluido de sus beneficios.
Hoy más que nunca, requerimos de una nueva agenda social urbana, que reformule y modernice al Estado, permitiéndole asumir de forma integral los desafíos y necesidades de las ciudades, junto con incorporar a la ciudadanía como protagonistas del desarrollo urbano. Esta debe ser parte impostergable de un nuevo acuerdo social.
Es urgente resolver los problemas de la desigualdad territorial, poniendo el foco en la equidad y reformando a los gobiernos locales, otorgándoles más poder y recursos mientras mayor es la vulnerabilidad de sus habitantes. Avanzar en una potente agenda de integración social, invirtiendo en aquellos lugares que han sido históricamente abandonados por el Estado y el mercado. Eso sí, nada de esto es sostenible, si es que no se consideran y se cambian las lógicas de participación de las personas y comunidades.
El momento es ahora. Reitero el llamado que como sociedad civil hacemos a nuestras autoridades y a quienes tienen una mayor responsabilidad en esta crisis a sumarse, sin condiciones con la disposición y la ineludible responsabilidad ética y moral de alcanzar las transformaciones profundas capaces de incluir a quienes hoy manifiestan su indignación. Necesitamos ciudades justas, humanas e inclusivas, de lo contrario no podremos alcanzar la tan anhelada paz social que Chile requiere.