Opinión

COLUMNAS 8M2020: Feminismo y transporte

COLUMNAS 8M2020: Feminismo y transporte

Opinión de Daniela Rubio. Antropóloga. Estudiante Doctorado Territorio Espacio y Sociedad, Universidad de Chile

03/09/2020

Tendemos a imaginar el transporte como un asunto meramente técnico, en el que la planificación es el resultado prácticamente directo de un proceso científico. Pero como ya han demostrado los estudios sociales de la ciencia y las científicas feministas de muchas disciplinas, todo ámbito del conocimiento es construido socialmente por un cuerpo técnico-académico que configura el mundo desde una perspectiva, en la que están presentes las creencias, prejuicios y valores de los agentes que producen ese conocimiento y ejercen el poder de control sobre esa comunidad científica.

La entrada de las mujeres a las ciencias, restringidas inicialmente solo para los hombres, les permitió observar que ciertos conocimientos construidos por los científicos y considerados como objetivos tenían una serie de supuestos que, vistos desde la perspectiva de las mujeres, eran cuestionables. Se cuestiona así el supuesto carácter neutral, universal y autónomo del conocimiento; para plantear que corresponde más bien al punto de vista masculino, blanco y heterosexual que ha dominado la producción científica hasta la fecha.

Por tanto, lo primero a lo que nos interpela el feminismo, a quienes de una u otra forma nos vinculamos con el mundo del transporte, es a identificar cuáles son los prejuicios de género que están sesgando nuestro quehacer, tanto en la producción de conocimiento como en la implementación de políticas y proyectos.

La planificación de los transportes urbanos surgió al inicio de la ciudad industrial, tras la necesidad de aumentar el flujo de mano de obra, en una época en que la demanda de esos viajes estaba constituida casi exclusivamente por fuerza laboral masculina y el cuerpo técnico-académico que se formó para dar respuesta a esa problemática lo conformaban también hombres.

No es de extrañar por tanto, que hasta el día de hoy se considere que todos los usuarios son corporalmente similares, y que eligen su manera más óptima de viajar racionalmente, basados en la variable tiempo.

Sin embargo, los estudios de género han destacado otros aspectos que impactan enormemente la  experiencia de movilidad de las mujeres: uno es la violencia sexual a la que se ven expuestas y cómo la percepción de seguridad marca sus preferencias de viaje aunque estas no sean lo más “racionales” desde el punto de vista de la optimización del tiempo; y en segundo lugar cómo las mujeres, mantienen mayoritariamente las responsabilidades de las tareas de cuidado de familiares y de mantención del hogar lo que implica que su movilidad sea diferente y esté en gran parte condicionada por su rol social.  

El género es entonces una categoría fundamental para analizar los requerimientos de movilidad de las personas y no es algo que podamos obviar bajo un “usuario tipo” porque esa generalización invisibiliza las necesidades específicas del 50% de la población y se transforma finalmente en sistemas de transportes que, en vez de contribuir a disminuir brechas de género entre hombres y mujeres, las reproducen y consolidan.

Daniela Rubio. Antropóloga. Estudiante Doctorado Territorio Espacio y Sociedad, Universidad de Chile