—¿Cómo tomas la noticia de convertirte en el nuevo representante de las organizaciones civiles en el consejo?
—Triste… (ríe). No, muy contento. Mira, para nosotros el consejo siempre ha sido un espacio que, además del rol relevante que tiene —porque tiene la gran tarea de implementar la Política Nacional de Desarrollo Urbano—, en sí mismo representa un valor que tiene que ver con la democracia, que tiene que ver con instituciones que son más fuertes, y con una cuestión esencial, que es que se separa un poco del ámbito político o del gobierno de turno y permite mirar desde otro lugar cuáles son los anhelos de todos para generar una mejor ciudad.
En ese sentido, una de las cuestiones que más valoramos es que, por un lado, haya participación de la sociedad civil y que la participación de la sociedad civil no sea vía designación, sino que sea la misma sociedad civil la que elija a sus representantes. Entonces, nos pone contentos haber sido escogidos por la sociedad civil, por el resto de nuestros pares. Nos pone doblemente contentos que el Consejo se configure de esa manera, que represente lo que representa.
—Las ciudades son órganos cambiantes, que mutan rápidamente. ¿Qué nuevas necesidades identificas en las ciudades chilenas?
—Hemos avanzado en muchas cosas, pero creo que hay tres grandes deudas que nosotros identificamos en Fundación Vivienda hace un tiempo y que siguen persistiendo. Uno, es que nuestras ciudades son tremendamente segregadas. Lo que necesitamos ahí tiene que ver con la integración y con la inclusión. En el fondo, el problema es la segregación, pero los desafíos son la integración y la inclusión. Lo segundo es que hay barrios, en comunas que están bien localizadas, no están territorialmente segregadas, hay mucha precariedad también en las viviendas. Una muestra de eso es que el déficit cualitativo supera el 1.300.000 y ha ido en aumento en las últimas dos Casen. Son 1.300.000 viviendas, si uno lo multiplicara por 3.1 que es el promedio de personas por hogar, son casi 4 millones de personas que se ven afectadas por una vivienda sub-estándar.
—Casi un cuarto del país.
—Exacto. Y no solo la vivienda es sub estándar, sino que también los espacios públicos de los barrios, las áreas verdes, la posibilidad de acceder a transportes y a servicios, y a bienes públicos. Y esos temas tienen que ver con otra cuestión, que es la equidad. Y, finalmente, una cuestión que es transversal a ambas y que tiene que ver más bien con una manifestación de la sociedad, tiene que ver con la desconfianza y las relaciones facturadas y que, por lo tanto, inhibe que hayan comunidades y que haya buen capital social.
—¿Entre las mismas personas o entre la gente y las instituciones?
Entre todos. Entre las mismas personas, que hablan del capital social y de la comunidad, y, además, con las instituciones. Y eso tiene que ver con la cohesión. Entonces, si uno pone en positivo los grandes desafíos hoy son la integración y la inclusión, la equidad territorial y la cohesión social. En negativo, la segregación, la precariedad en los barrios, y las relaciones fracturadas y la desconfianza. Eso termina afectando en términos globales a las ciudades chilenas y hacen que éstas sean todavía tremendamente injustas y poco sostenibles.
—¿Por qué?
—Porque la sostenibilidad se logra cuando esos componentes existen en términos positivos y están en armonía. Por eso es tan importante avanzar no solo en integración y en la inclusión, no solo avanzar en la equidad, sino también avanzar en la cohesión de las comunidades, porque son esas comunidades las que van a permitir que el proyecto, o que el barrio o comuna sea más sostenible.
—¿Cómo se generan la cohesión y el capital social?
—Una de las claves del capital social tiene que ver con la participación, y eso es algo que también hemos visto. Si bien nosotros identificamos como problema la falta de cohesión, también identificamos que cada vez hay mayores demandas de las comunidades por espacios de participación. No solamente de las comunidades más vulnerables, sino que esto es transversal. Hoy día la gente busca más espacios donde poder participar, opinar o decir algo sobre su barrio. Y los ejemplos están a la luz. Cada vez que se hace un plebiscito de un plan regulador, o de alguna idea como el Parque ex Intercomunal, la gente va a participar. Y eso significa que hay más demanda y hay una necesidad entonces porque quienes toman decisiones, las instituciones y la propia regulación, considere espacios de participación.
El otro elemento tiene que ver con la apropiación. Si la gente se apropia de los espacios, va a tener un sentido de pertenencia mayor, va a sentir orgullo por pertenecer a ese lugar, y eso genera capital social. Por ejemplo, hay lugares que son súper vulnerables pero que tienen mucho capital social. Podemos ver ejemplos extremos, como los campamentos, que por necesidad requieren de estar más organizados. Ahí hay capital social. Quizás no hay orgullo de lo que tienen, pero eso sí pasa en otros lugares como Playa Ancha, en Valparaíso. Uno ve muchos lugares que no tienen las mejores condiciones en términos de equipamiento y estándares urbanos, pero sí hay un mayor capital social, y eso se refleja en un orgullo por el lugar donde vive. La gente se siente orgullosa.
—Concepción es un buen ejemplo.
—También, hay varios ejemplos que tienen que ver con ese orgullo que la gente siente por el lugar donde vive. Y si uno va hacia atrás, descubre que tiene que ver con la pertenencia, con la posibilidad de apropiación, y eso nos lleva a una especie de fórmula para generar capital social.
«EL DÉFICIT HABITACIONAL NO SE RESUELVE CON UNA BALA DE PLATA»
—En otra línea, tanto tú como la Fundación Vivienda han estado muy metidos en el tema del hacinamiento. ¿Crees que la actual discusión sobre densificación equilibrada considera esta realidad?
—En parte sí, pero no ataca directamente al tema del hacinamiento. Porque lo que se está pensando en la densificación equilibrada, efectivamente, es un modo de hacer ciudad. Estamos completamente de acuerdo que tiene que ser con una densificación equilibrada, lo que nos permite tener mejores barrios, densificar lugares que hoy día no están densificados y, por lo tanto, tener más opciones de vivienda para que gente que hoy día no la tiene, pueda vivir ahí. Pero, lo que nosotros hemos visto es que eso, que es una muy buena solución, es equivalente a las soluciones que hoy día existen, que no son buenas. Porque las condiciones en las que se la juega esa oferta hoy día, con el subsidio, seguimos teniendo casas en la periferia. Ahora vamos a tener casas bien localizadas. El fenómeno del allegamiento y del hacinamiento hay que aprender a leerlo, hay que estudiarlo bien, porque lo que buscan esas familias no es solamente casas. Lo que buscan esas familias tiene relación con las redes que ya han construido, y esas redes que ya han construido, por ejemplo, no lo resuelve un proyecto de densificación equilibrada. Lo resuelve un proyecto que les permita a esas familias quedarse en el lugar donde están. Esas personas están viviendo en condiciones muy precarias, dentro de la casa de otra persona, pero el hecho de vivir ahí no es solamente la respuesta a no contar con una vivienda, también tiene que ver con que probablemente hay alta vulnerabilidad, hay pobreza de ingresos, entonces esas familias requieren estar cerca de sus redes de apoyo.
Hay una cuestión que se da mucho en el hacinamiento que es el hacinamiento funcional, y que tiene relación con que entre las familias, entre las personas, hay un apoyo mutuo, dado que pueden vivir juntos es que pueden complementar ingresos, generar dinámicas como cuidarse a los niños y así los padres pueden salir a trabajar, y así llegan dos ingresos… Esa lógica es bien de la idiosincrasia chilena y es algo que hay que mantener. Muchas veces las familias prefieren quedarse en esa situación para no perderlo, en vez de irse a un lugar lejano donde pierden todas esas posibilidades. La misma familia hace una reflexión y piensa para qué me voy a ir lejos si no voy a poder complementar el ingreso, nadie me va a cuidar a mi hijo y, por lo tanto, no voy a poder salir a trabajar, si no salgo a trabajar no obtendré los ingresos necesarios para mantener esta nueva casa que tengo.
—En ese sentido, el nuevo foco del MINVU de poner la mirada en la ciudad, ¿te parece correcto?
—Es que uno tiene que hacer las dos cosas de manera simultánea. No se puede hacer una por sobre la otra. Ahora, me parece muy relevante que hayamos puesto primero el enfoque de construir mejores ciudades. No nos sirve de nada seguir con la lógica de antes donde nos focalizamos en resolver el déficit habitacional sin estar conscientes de que mientras lo resolvíamos teníamos que construir una mejor ciudad. Entonces lo primero, de plano, y por eso es muy valioso que se haya generado el proyecto de integración, es que aunque le falta mucho en varios aspectos, tiene una primera cuestión que es súper valiosa: que pone el título y ese título es una señal clara de cómo queremos que sean nuestras ciudades. Luego comenzaremos a discutir sobre cómo hacemos, cómo profundizamos la integración, como hacemos que sea transversal a todos los barrios y no solamente en algunas zonas, eso lo podemos discutir después. Pero nadie puede negar que hoy día es un objetivo de todos el generar integración. Y eso va a generar que cuando hagamos proyectos que no vayan en el sentido correcto, corregirlos y decir, esto no va en la línea de lo que estamos proponiendo. Por eso es tan relevante proponer este objetivo de visión de ciudad que queremos. Luego hay que enfocarse para resolver el déficit habitacional, y para eso hay que pensar en muchas alternativas.
El problema es complejo, y las soluciones deben ser diversas y flexibles. No podemos atacar el déficit habitacional con una sola solución. Tiene que haber la posibilidad de que exista, primero, no solamente en propiedad sino que esté la posibilidad de los arriendos, tiene que haber la opción de que una persona pueda radicarse en el sitio donde está, tenemos que permitir, también, una densificación equilibrada que nos permita generar mayor oferta para familias en lugares bien localizados, sin sobrecargar ese barrio y generar un problema con los que ahí ya viven, y así. Pueden haber muchas más alternativas, pero el déficit habitacional no se resuelve con una bala de plata.
—Finalmente, ¿cuál quieres que sea tu sello como consejero?
—A mí me gustaría que hubiesen dos. Primero, que el propósito y la visión de ciudades más integradas, más sostenibles, más humanas, prevalezca por sobre cualquier decisión, y en ese objetivo poder ser representante de las muchas organizaciones de la sociedad civil que tienen mucha experiencia que aportar porque trabajan todos los días con los problemas reales y concretos de la gente. Tienen la capacidad y la sensibilidad, tienen el mejor pulso para poder representarlas a ellas. Creo que es lo más cercano para representar a las personas. Yo no hablaré por mí ni por la fundación, vamos a sumar nuestra experiencia, pero vamos a hablar por estas muchas organizaciones que están todos los días trabajando y aportando.