*Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten, y no representan necesariamente el pensamiento del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano.
Cuando fui estudiante del Magíster de Desarrollo Urbano de la UC, quise hacer mi tesis sobre las plusvalías que generan las obras públicas, y un profesor me derivó a un centro de investigación norteamericano dedicado al tema llamado “Lincoln Insitute of Land Policy”, y conocido como “el Lincoln”.
La tesis del Lincoln es que los privados se apropian de ganancias que no les pertenecen, cuando sus terrenos se valorización por una acción pública, como una línea de Metro o un cambio del plan regulador. Para evitarlo proponen que el Estado capture ese plusvalor con mecanismos tributarios, como la contribución por valorización colombiana; o incentivos normativos como la venta de permisos de edificación brasilera.
La historia del Lincoln es interesante. Fue fundado en 1946, por John C. Lincoln un empresario que inventó la soldadura, pero se hizo rico con la especulación inmobiliaria. Ya viejo, míster Lincoln se sintió culpable de haber ganado tanta plata con sus pasadas, y decidió donar una parte de su fortuna para crear un instituto que evitara que otros hicieran lo mismo. Eso hace que el Lincoln sea famoso por los enormes recursos que maneja.
El Lincoln me invitó a varios seminarios por Latinoamérica, donde se trataban temas como la pobreza, la exclusión o los grandes proyectos urbanos con debates muy interesantes. El problema es que siempre se concluía que la solución era captura de plusvalía. Un investigador brasilero cerraba estos encuentros con apasionados discursos con un tono de pastor evangélico, motivándonos a romper con esta injusticia. Ahí me di cuenta que la plusvalía era un fetiche, difícil de medir e implementar, así que cambié de tema de tesis y mi relación con el Lincoln se terminó.
Desde afuera pude ver con más claridad el lobby que hacía el Lincoln para instalar su tema: hacía pasantías de funcionarios públicos en Boston, financiaba centros de investigación y decenas de seminarios donde asistían académicos y parlamentarios que volvían a sus países convencidos del tema. Como Marx había fundado sus teorías a partir de la plusvalía, el tema fascinó al urbanismo de izquierda, pero como implicaba obtener recursos frescos, también caló hondo en políticos e investigadores de derecha, y esa transversalidad es clave para explicar lo sigue en esta historia.
Varios años después, el presidente Piñera me nombra dentro del consejo asesor que debía formular la política de desarrollo urbano (PNDU) vigente. Con varios consejeros propusimos que el objetivo principal debía ser la integración social de las ciudades. Otros consejeros de la red del Lincoln estaban de acuerdo, pero sugerían que la forma de hacerlo era mediante la captura de plusvalías, enmarcada ahora en un concepto más amplio llamado “la gestión del suelo”.
Su tesis era la misma que había escuchado hace casi una década: la segregación urbana se explica porque que los especuladores elevan el valor de los terrenos, expulsando a los pobres hacia las periferias. Por lo tanto, si queremos hablar de integración social, primero debemos abordar la gestión de suelo, lo que implica la agenda Lincoln.
Siempre he considerado que capturar plusvalías es razonable, y de alguna forma ya se hace cuando el Estado actualiza las contribuciones de bienes raíces o exige pagos de mitigaciones viales o ambientales. Pero no es más que un mecanismo de financiamiento, muy alejado de la importancia que tiene la integración que propusimos en la PNDU, donde la clave es generar valor y no quitarlo, llevando inversiones públicas a los barrios más excluidos y estándares de calidad urbana que se puedan implementar gradualmente, tomando la idea del “Auge Urbano” propuesta por el ex ministro de Obras Públicas Alberto Undurraga.
¿Cómo vamos a capturar plusvalías sin antes generarlas?. Por suerte la gestión de suelo se abrió a mecanismos más interesantes como la creación de bancos de terrenos fiscales o la exigencia de cuotas de suelo para vivienda social por comuna, y la captura quedó relegada a un plano muy secundario dentro de la Política. Esto no le gustó a la red Lincoln, así que cuando se promulga la PNDU, y se crea el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU), vuelven a la carga.
Ahora el Frente Amplio ha hecho suyo el concepto, lo que explica la idea del diputado Gonzalo Winter de capturar las plusvalías que producirá el Metro a La Pintana para controlar la “especulación inmobiliaria”, que debe ser la prioridad número 95 de una comuna llena de problemas sociales. Esto demuestra el riesgo de idealizar un concepto hasta transformarlo en un fetiche, especialmente si lo empuja un organismo con tantos recursos.