Opinión

Algo tiene que cambiar

Algo tiene que cambiar

Opinión de Rocío Besoaín, Máster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, PUC; e integrante del equipo técnico CNDU.

03/26/2020

El mundo colapsando, algo que para muchos parecía tan lejano y distante, casi ficción, es lo que sentimos hoy frente al coronavirus. De hecho, algunos ya mencionan que estamos frente a la mayor emergencia planetaria después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no hay que olvidar que la real emergencia es climática, en donde eventos como este es probable que sean cada vez más frecuentes.

El 2015, un grupo de científicos liderados por Johan Rockström alertó respecto a la urgencia de modificar la forma en que nos estamos desarrollando. Lo anterior, tras evidenciar que hemos sobrepasado la zona segura en cuatro de los nueve “limites planetarios”, considerados como límites dentro de los cuales la humanidad puede desarrollarse sin poner en riesgo la estabilidad completa del sistema terrestre.

En esa misma línea, el 2019, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) plantea en su informe “Cambio climático y tierra” la necesidad de actuar urgentemente en todos los sectores para evitar la pérdida irreversible de las funciones y servicios del ecosistema terrestre necesarios para la alimentación, la salud, los asentamientos habitables y la producción.

Años de evidencia y llamados de alerta respecto a la idea de que nos estamos quedando sin tiempo para hacer frente a la crisis climática , y de que es necesario tomar medidas ambiciosas HOY, no lograron un actuar tan rápido y radical como el que estamos viviendo frente al COVID-19.

Y es que los gobiernos, al igual que muchas personas, reaccionan con fuerza a las amenazas que los afectan directamente, sobre todo cuando son nuevas, inciertas, incontrolables y potencialmente mortales. De ahí la necesidad de entender esta crisis como parte de una crisis mayor que es respuesta directa del tipo de desarrollo que tenemos.

De manera transversal, los gobiernos han enfatizado durante esta crisis la necesidad de ser “solidarios”, de entender que si uno se enferma todos nos enfermamos. Pues ahora llegó el momento de extrapolar esta generosidad al planeta, entendiendo que, si este se enferma, literalmente todos nos enfermamos.

Basta de abordar el cambio climático como un tema de política pública que puede o no priorizarse sobre otras preocupaciones país como la salud, la educación, el empleo, etc. Las crisis ambientales son sociales. Lograr un desarrollo sostenible no puede seguir siendo visto como una opción, de ahí que sea clave considerar este enfoque al momento de tomar medidas que permitan reactivar la economía una vez que la pandemia disminuya. Algo tiene que cambiar, esta crisis no puede ser en vano.

Cómo los gobiernos decidan reestimular sus economías es algo que puede marcar una gran diferencia en la escala de emisiones de carbono y la contaminación del aire a nivel mundial. Esta crisis puede ser la oportunidad para promover medidas que permita disminuir nuestra presión sobre las ciudades y los territorios. De esta manera, es clave que ministerios como el de ciencia, medio ambiente, energía, entre otros, formen parte activa de dicha discusión.